*/ Dadaismo ...
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El Dadaísmo inaugura un nuevo modo de pensar. Se lucha contra todo lo preestablecido, de ahí que sus manifiestaciones se denominen antiartísticas.
Hugo Ball y su mujer Emmy Hennings inauguran en 1916 el Cabaret Voltaire en Zurich, en él se llevaban a cabo actuaciones con piano y declamaciones. Pronto se les unieron los hermanos Janco y el poeta Tristán Tzará, con ellos las actuaciones dieron un gran giro. Tzara pretendía unas actuaciones que supusieran una afrenta para el público que las presenciara. Se leían simultáneamente poemas, haciendo ruidos con raras percusiones, así se provocaba al público.
Tzará escribió Siete Manifiestos Dadá. La palabra "dadá" fue hallada por Tzará al abrir al azar un diccionario, y según sus propias declaraciones, no posee ningún significado. Él afirma que el dadaísmo nunca estuvo fundado en teoría alguna y que siempre fue una protesta, de ahí que también se le conozca bajo el nombre de arte de repulsa. En la fundación del dadaísmo confluyen la decepción ante la situación mundial, el desencanto de pintores escasamente reconocidos y el deseo de llevar la pintura a la destrucción que por entonces asolaba Europa. El lema lo dio Bakunin: "La destrucción también es creación".
Ahora prima el azar, aunque éste dé como resultado obras incomprensibles y faltas de un orden aparente. El objetivo era escandalizar a la burguesía.
Lo absurdo, el sin sentido de la razón, el azar y lo efímero, es redescubierto por Dadá como la esencia de la nueva realidad. Para Dadá todo es relativo. (Incidente)
El dadaísmo fue una revolución psicológica, artística y desestructurante. Precipitó una crisis, para madurar la insatisfacción. Para Dadá era imposible aceptar el mundo después de la tragedia de la guerra, su ira y su negación fueron creciendo a la par de las bombas y los tanques de doble tracción. Dadá podía decir no a todos y a todo, podía protestar, hacer actos, reír en los funerales y llorar en las bodas, podía trastocar y doblegar todas las reglas de la convivencia. (Invertebrado)
Puede haber comenzado en Zürich, Suiza, un 5 de febrero de 1916, a las 18 hs., en el Cabaret Voltaire. Tal vez comenzó antes.
Imaginemos. Un cortapapeles es insertado sin premeditación, en una hoja cualquiera de un pequeño diccionario Larrousse. La página se abre y al azar se lee la palabra "dadá" ("caballo en lenguaje infantil"). (Intercalado)
En el cabaret literario y artístico que regentean Hugo Ball y Emmy Henning, están reunidos Tristán Tzara, rumano - veinteañero - refugiado de guerra, junto a otros amigos poetas como Marcel Janco también de Rumania, el alsaciano Jean Arp y el alemán Richard Huelsenbeck entre otros muchachos angustiados que desde sus poesías se oponían a todo, hasta al mismo arte.
Sentada con ellos en la mesa del café, encuentra su apellido (o quizás su seudónimo) la Angustia. Con su nuevo nombre se transmutará en un baluarte de la contracultura, que poco dijo sobre sí mismo, que se desquició ante las palabras que nada tenían para comunicarle. No quiso dejar testamentos. (Intestado)
"Dadá no es nada" dijo Tristán. Antes habían existido el romanticismo, el simbolismo, y más cercanos a principios de siglo el futurismo y el cubismo, pero Dadá no era un istmo más. "Estamos en contra de todos los istmos... no buscamos nada...escribo un manifiesto y no quiero nada; digo no obstante, ciertas cosas, y estoy por principio en contra de los manifiestos!" (Intimidante)
Tristán Tzara fue el joven artista, el joven anti-arte que se embanderó en Dadá cual gurú predicando su verdad: el escepticismo llevado hasta los límites de la razón. A los 21 años estaba sitiado en un país ajeno por una guerra que en aquellos días parecía interminable. Encerrado en una habitación sin ventanas, muy parecida al mundo, vivía quien en esa época se convirtió en la voz de la incredulidad. Exiliado, hastiado y en contra de todo lo que lo había colocado allí. (Insufrible)
Un necesidad se establece como camino a seguir: cuestionar el mundo todo y cuestionar la obra de arte. Dadá proclama la fugacidad de la obra, sus muestras no pueden durar más de cinco minutos en exposición. Dadá niega la producción individual o artesanal del artista y rechaza la "inspiración poética" como fórmula de arte. Las tijeras fueron el instrumento activo de los "cadáveres exquisitos", que germinaban del azar en manos de los dadaístas. No era extraño bajo estos preceptos que algunas muestras de Dadá tuvieran en la entrada palos para los concurrentes quienes debían destruir lo que allí se encontrara.
En la misma época en que Europa se sacudía de conmoción y asombro, en Nueva York los paradadaístas también le declaran la guerra al arte: Francis Picabia -pintor y poeta francés-diseña mecanismos sin posibilidad de uso; el fotógrafo norteamericano Man Ray, inventa una nueva técnica fotográfica, el rayograma; y Marcel Duchamp, escultor y pintor francés, desarrolla lo que quizás fuera el antimétodo dadaísta más representativo: los Ready-made, productos manufacturados en los que Duchamp estampa su firma y adosa título, convirtiéndolos por gracia de Dadá en novedosas obras de arte. Ejemplos: Una fotografía de la Gioconda, con bigotes y barba de chivo, pasa a llamarse "L.H.O.O.Q.", y un urinario puesto al revés, "Fuente".
Para los dadaístas el ’no’ era una respuesta y la nada un voz para con el mundo. Todo lo que en algún momento intentó servir de nexo comunicador entre los hombres era inútil y la única forma de manifestarse era el escándalo, el caos, la ruptura de lo que configuraba el oscuro plan de la repugnante sociedad burguesa de principios de siglo. (Intuitivo)
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