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................. puntos de inflexión ...

*/ El laberinto ... y el amor ...

<strong><font size=4>*/ El laberinto ... y el amor ...</strong></font>

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El título del libro de José Antonio Marina “El laberinto sentimental” me parece muy gráfico y sugerente. La idea de un laberinto por el que deambulamos solos y perdidos en todo momento es muy fácil de asociar con lo que ocurre con nuestra vida sentimental. De modo que este título, unido a las circunstancias por las que atraviesan diversas personas, me ha llevado a una reflexión en torno a lo que considero que mueve nuestras vidas: el amor.
Es verdad, evidente, que nos movemos por un laberinto intrincado, un laberinto donde nuestros sentimientos avanzan en soledad, una soledad que nos acompaña en nuestro interior toda la vida, una soledad que está en nuestra esencia de persona, una soledad fruto de nuestra autenticidad: Si queremos ser nosotros mismos, eso implica la necesidad de individualizarnos, hacernos individuos, una necesidad de “distinguirnos” (en el sentido de ser distintos) de los demás, y conseguir, o tener al menos en la conciencia el intento de lograrlo, ser nosotros mismos, con nuestros propios sentimientos, emociones, opiniones... y así darnos a los demás, dar así lo mejor de nosotros mismos. Solo me puedo dar si soy algo, y mejor aún si soy algo que merezca la pena.
Y así, estamos en el laberinto nosotros solos, nosotros con nuestros sentimientos, que deberían ser lo más auténtico que poseyésemos, lo único auténtico que tuviésemos. Pero los laberintos son jodidos, están ahí para que uno se pierda, perfectamente diseñados para confundirnos. Eso no debemos nunca olvidarlo. Los laberintos son un lugar de confusión y perdida. Así en sus esquinas encontramos todo lo peor que nos puede ocurrir, encontramos decepciones fruto de ilusiones frustradas, encontramos pesar y dolor fruto de crisis y enfermedades, encontramos sentimientos confusos que no nos dejan avanzar hacia la salida, encontramos distracciones que nos llevan por caminos equivocados, encontramos encrucijadas apetecibles que nos hacen dudar en nuestro camino, encontramos opiniones ajenas y normas sociales que nos bloquean caminos y nos hacen pensar en retroceder, encontramos “el buen orden social y sentimental establecido” por el que se rigen la mayoria, y que logra hacernos pensar que nuestro camino es el equivocado, y que hace que crean que el de ellos, putos infelices sin sentimientos - perdidos para el resto de su triste vida, es el bueno, el válido, ese camino que les ha llevado a perder la ilusión de avanzar por el laberinto. Y no hay más, estamos en un laberinto y solos, en un jodido laberinto de mierda del que sospechamos que no hay salida, porque en el fondo NO LA HAY. Esto es un laberinto, no nos equivoquemos, y tratamos de no errar nuestros pasos cuando lo más fácil es equivocarse. Si no en vez de un laberinto sería un placido paseo estival por la playa. Y, cuidado, es un laberinto sin salida, porque no hay salida al exterior, hay salida pero hacia el interior...
Así es, así lo creo yo porque así lo dudo, el laberinto nunca va a tener salida, tan solo hay que recorrerlo... pero para amortiguar esa soledad de la que antes hablaba solo hace falta una cosa, una mano, una mano que vaya de tu mano, una mano que te hace olvidar los recovecos oscuros y negros del laberinto, la mano de una persona que te hace olvidar todos los obstáculos del laberinto, todas las barreras, todas las convenciones absurdas, todos los comportamientos temerosos, una mano que te colma de cariño y ternura, una mano que es de amor, que te hace vibrar, que te llena de ilusiones y te da un motivo para vivir cada segundo de tu vida, una mano que es el primer pensamiento que invade tus neuronas cuando te despiertas por las mañanas, una mano a la que te agarras y ya no tienes miedo, una mano que te hace olvidar que estas en un laberinto; y la vida se convierte en dos manos unidas que hacen, por arte de magia, por arte de la magia del amor, desaparecer el laberinto. El laberinto no existe ya... es la única forma de estar fuera, estando dentro. Es el amor el único que nos saca del laberinto estando dentro del mismo. Y nos libera de él porque nos eleva, porque nos hace mejores, y dejamos allí abajo toda la confusión y la soledad. No hay que perder esa mano. (Y hay que tener claro que si esa mano te hace sentir alguna vez de nuevo el laberinto, si unido a esa mano te sientes de nuevo atrapado, el amor ha terminado, esa es la otra parte de la historia, la que siempre puede suceder). Pero mientras sientas esa mano que te hace olvidar los problemas olvídate del laberinto porque no existe, ni lo pienses ni lo temas, ni lo sueñes. No hay ya dificultades y no existe esa sensación de estar solo y perdido, sin rumbo y desvalido.
Yo soy optimista, pero desde mi dimensión de romántico.. un romántico optimista, pienso que todo el mundo merece encontrar una mano para avanzar por el laberinto, porque esa mano mientras dure es la que nos hará feliz, la que nos eleva sobre la miseria de esa ruta a la deriva, y cada puto segundo que hayamos sido felices es un puto segundo en el que nos hemos sentido fuera del laberinto... y un puto segundo de felicidad vale más que años y años de laberinto. En el amor no hay dudas, el amor siempre es sincero porque habla con los latidos del corazón... y que nos quiten lo “bailao” (lo amado) porque lo hemos “bailao” (amado) muy por encima de ese escenario de soledad y perdida en el que viven muchos... “desterrados” (que se les nota... joder).
Agarraos la mano... cerrar los ojos, susurrar palabras de amor... ya no hay laberinto. A volar... muy alto, muy por encima de todo y todos...

Con mucho cariño... la suerte no se desea al que ya la tiene...
Ya sabes que es para ti y para esa mano, que tú sabes...



 

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1 comentario

griseldy piñon gallardo -

el amor es un dulce sueño,mientras existe de debe de disfrutar por que pronto terminara