Él sonrió y me explicó: “Un sabio griego, hace muchos años, observó que la misma estaca, a la misma hora del día, proyectaba sombras de diferente longitud en lugares también distintos. Ese detalle le bastó para sostener que la Tierra es redonda.
Ocurre algo parecido con el amor. Pasiones gemelas, atracciones iguales, proyectan sombras diferentes en cada día que se disfrutan. El amor no es dos veces el mismo. Esto demuestra que es esférico; que no existe el abismo final de los mundos planos. Podemos recorrerlo una vez, y otra, y otra. Y, si lo recorremos mucho, todo lo que vamos a conseguir es regresar al punto de partida. Después de una larga jornada, amar de nuevo como amamos en un tiempo tan pretérito que ni siquiera lo recordamos.
El destino es caminar sobre la piel del amor, proyectar en ella nuestra sombra, cada vez distinta. Y disfrutar de cada dibujo.”
Ten cuidado con las palabras, incluso con aquellas milagrosas. Para las milagrosas hacemos lo mejor posible, a veces se enjambran como insectos y dejan no una picadura sino un beso. Pueden ser tan buenas como los dedos. Pueden ser tan confiables como la roca sobre la que apoyas tu trasero. Pero también pueden ser tanto margaritas como moratones.
Aún así, estoy enamorada de las palabras. Son palomas que caen del techo. Son seis naranjas sagradas posadas en mi regazo. Son los árboles, las piernas del verano, y el sol, su apasionado rostro.
Aún así, me fallan a menudo. Tengo tanto de lo que quiero decir, tantas historias, imágenes, proverbios, etc. Pero las palabras no son lo suficientemente buenas, las equivocadas me besan. A veces vuelo como un águila, pero con las alas de un gorrión.
Pero intento tener cuidado y de ser suave con ellas. Las palabras y los huevos deben ser tratados con cuidado. Una vez rotos, son cosas imposibles de reparar.
Dale vida a los sueños que alimentan el alma, no los confundas nunca con realidades vanas. Y aunque tu mente sienta necesidad, humana, de conseguir las metas y de escalar montañas, nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.
Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco, no los dejes que mueran de hastío, poco a poco, no les rompas las alas, que son de fantasía, y déjalos que vuelen contigo en compañía.
Dale vida a tus sueños y, con ellos volando, tocarás las estrellas y el viento, susurrando, te contará secretos que para ti ha guardado y sentirás el cuerpo con caricias, bañado, del alma que despierta para estar a tu lado.
Dale vida a los sueños que tienes escondidos, descubrirás que puedes vivir estos momentos con los ojos abiertos y los miedos dormidos, con los ojos cerrados y los sueños despierto.
A veces por supuesto usted sonríe y no importa lo linda o lo fea lo vieja o lo joven lo mucho o lo poco que usted realmente sea
sonríe cual si fuese una revelación y su sonrisa anula todas las anteriores caducan al instante sus rostros como máscaras sus ojos duros frágiles como espejos en óvalo su boca de morder su mentón de capricho sus pómulos fragantes sus párpados su miedo
sonríe y usted nace asume el mundo mira sin mirar indefensa desnuda transparente
y a lo mejor si la sonrisa viene de muy de muy adentro usted puede llorar sencillamente sin desgarrarse sin desesperarse sin convocar la muerte ni sentirse vacía
llorar sólo llorar
entonces su sonrisa si todavía existe se vuelve un arco iris.
“Y si llueve saldremos a la lluvia a lavar las vidas que van acumulando mugre de palo de gallinero. Tanta mentira, tanto fingir, tanto desastre”. Con estas palabras arranca Manolo García su nuevo álbum "Saldremos a la lluvia", que se ha publicado hoy, 13 de mayo.
... ya está escuchado y es... muy bueno... ¡no podía ser de otro modo! ...
Y si llueve saldremos a la lluvia a lavar las vidas que van acumulando mugre de palo de gallinero. Tanta mentira, tanto fingir, tanto desastre...
Desnudos sobre el mascarón de proa lamiendo con la punta de la lengua el tinte que desprende la máscara. Si arrecia el viento norte abajo telas, calzarse botas y esgrimir las hachas. Sobre la superficie caminamos; que sobre la superficie nos salvamos.
No sólo pueden ellos. Y mejor si no hay motores. Tenemos velas. No solo pueden ellos. Y mejor si no hay motores. Tenemos velas. Bajo nosotros los huesos y las piedras que son los sedimentos de nuestra incierta gloria.
Y si llueve saldremos a la lluvia a vaciar el semillero de sonrisas y esperar cosecha. En la silla de parar las prisas. Tanto correr, tanto asentir, tanto quemarse...
El viento te traerá nuevos encuentros, amores nuevos y una vida dulce, más plena cuanto menos soberbia. Si arrecia el viento norte, abajo velas. Calzarse botas y enarbolar hachas. Sobre la superficie nos salvamos desde lo más profundo; respirando.
No solo pueden ellos. Y mejor si no hay motores. Tenemos velas. Bajo nosotros, los huesos y las piedras que son los sedimentos de nuestra incierta gloria. Bajo nosotros, tejidos los momentos que manan de la calma. Lo único que cuenta.
No solo pueden ellos. Y mejor si no hay motores. Tenemos velas. No solo pueden ellos. Y mejor si no hay motores. Tenemos velas. Bajo nosotros, las huellas y las piedras serán el rudimento de nuestra incierta gloria. Bajo nosotros, tejidos los momentos que manan de la calma. Lo único que cuenta...
En algún lugar al que nunca he viajado, alegremente más allá de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio: en tu gesto más delicado hay cosas que me rodean, o que no puedo tocar porque están demasiado cerca
tu mirada más leve fácilmente me abrirá aunque me haya cerrado como un puño, tú me abres siempre, pétalo por pétalo, como la Primavera abre (tocando con habilidad, misteriosamente) su primera rosa
o si tu deseo es cerrarme, yo y mi vida nos cerraremos con hermosura, de pronto, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve, cuidadosamente, cayendo por doquier;
nada de lo que podamos percibir en este mundo iguala el poder de tu intensa fragilidad, cuya textura me obliga con el color de sus campos, trayendo muerte para siempre con cada respiración
(no sé qué hay de ti que cierra y abre; solo algo en mi entiende que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas) nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.
En la gran claridad del día, el sosiego de los ruidos es también de oro. Hay suavidad en lo que sucede. Si me dijesen que había guerra, yo diría que no había guerra. En un día así, nada puede haber que pese sobre el no haber más que suavidad.